Muelas del ¿juicio?

Pon un psicólogo/a/e en tu vida. Y un maxilofacial también, si puedes.

Ayer 13 de noviembre después de mucha procrastinación por mi parte, de dar por saco a muchos colegas míos facultativos, seis tandas de antibiótico en el último año y dolor, mucho dolor, me extrajeron en quirófano dos muelas del juicio. Me encuentro muy bien y me da rabia haber postergado tanto esto por miedo (me dan pánico los dentistas y todo lo relacionado con la instrumentalización de la boca). También por ser temeraria teniendo en cuenta a lo que me dedico, yo misma he visto endocarditis o abcesos cerebrales en unidades de cuidados intensivos cuyo origen tuvieron su foco en infecciones bucales. La enfermedad periodontal es un factor de riesgo coronario y últimos estudios relacionan el alzheimer con procesos patológicos en la cavidad bucal.

Independientemente de esto, desde que sabes que tienen que ir fuera los malditos cordales hasta que eso se produce … pasa tranquilamente más de un año en la seguridad social. Tienes la opción de acudir a una consulta privada si el bolsillo te lo permite pero tampoco tendrás esa oportunidad en todos los casos: muelas muy encastadas, con el nervio cerca, etc. … conllevan riesgo en la cirugía y muchos odontólog@s derivarán el caso a cirugía maxilofacial y a la lista de espera que he mencionado.

Yo he tenido mucha suerte y parte del retraso en la cirugía, por no decir que todo, ha sido por mi culpa. Tras una radiografía de mi boca, la visita al cirujano, la llamada del enfermero de anestesia y las dos previas del hospital donde me iban a intervenir, el 13N era la fecha. Y allí que fuimos todos: mis acompañantes (no puedes ir solo), mi pánico y yo, cual corderito al matadero. No hay sorpresas, previamente en las llamadas o citas médicas te lo han explicado todo, allí solo tienes que firmar algún consentimiento más si hay sedación y al lío. Pues bien, el chiste lo cuento ahora.

En la sala de espera (o de desespera), yo ya estoy ataviada con la antiestética bata modelo véase el culo por detrás, la mascarilla, el gorro, las polainas y sentadita como una niña buena en la butaca cuando hace su entrada estelar, vestido de la misma guisa que todos, un tal Eduardo. Qué seguridad caminando, qué estilo, qué arte … o qué miedo más bien, se le notaba a la legua el agobio. Eduardo, bienvenido al club … dudo que haya nadie allí que esté por gusto y hay diferentes niveles del control del miedo, pero vaya, que conociéndome, yo estoy en la pole del histerismo en esos momentos: Edu, no estás solo. Pero así como yo he optado por llevarlo como buenamente puedo y solicitando al celador, la enfermera del recovery, la de quirófano y en general, a cualquiera que pase por allí que «quiero que me droguen entera», Eduardo se dedica a levantarse de la butaca veinte veces y pasearse con las polainas con las que debe entrar a quirófano por todas las estancias, a discutirle al celador que por qué no puede ir andando en vez de en silla de ruedas, a la enfermera que él «si hay sedación no me opero», etc. … todo ello en un tono bastante chulesco. El personal le echa paciencia y buenas palabras, podrá hablar ahora con el médico, el anestesista y en general resolver todas sus dudas e inquietudes. Le preguntan si está en ayunas. Dice que se ha bebido un vaso de agua a las 13h, son las 16h. Por teléfono cuando te llaman te han recalcado hasta la saciedad que son seis horas de ayuno de no comer ni beber, pero qué más da, Eduardo es un espíritu libre, rebelde e indomable y el riesgo de broncoaspiración no va con él. La enfermera le pregunta si ha sido un vaso y él responde que a lo mejor han sido dos. Se lo llevan. Pasan diez minutos. Vuelve. Me vienen a buscar a mí.

El bueno de Eduardo se ha ido sin operarse. La sedación que te ponen es muy ligera, estás consciente durante todo el rato, pero ayuda a pasar el trago. Obviamente, no es una cirugía que precise de estar totalmente dormido, pero el problema ha sido otro. Previo a entrar a quirófano vas a una sala donde te toman constantes vitales, te vuelven a hacer preguntas de seguridad (ayunas, alergias, enfermedades …) y te canalizan una vía venosa periférica para administrar antibiótico profiláctico y luego la analgesia o la sedación si precisa. Y con Roma hemos topado, o más bien con la mala educación o el mal miedo gestionado por Eduardo. Ha montado una bronca y se ha ido todo digno, qué es eso de ponerle una vía A ÉL. El cirujano que me opera comenta: que te puedan extraer los cordales en un sitio así y con la opción a sedación es un lujo. Tiene más razón que un santo pero no todo el mundo lo ve así, está claro.

Hay un mínimo de nueve meses de espera desde que se cursa la orden quirúrgica hasta que tienes fecha de intervención, al menos, en extracción de cordales. Todo ese tiempo con el riesgo de complicaciones en el «menor» de los casos y el dolor en el más habitual. Ayer, con la baja in situ de Eduardo, se perdió un hueco que podría haber aprovechado alguien pero que no pudo ser por las condiciones, entre otras de ayuno y de entrevista pre-anestésica, que conlleva el procedimiento. Alguien que SABÍA todo lo que iban a hacerle y que PUDO haber aclarado todas sus dudas o directamente, haber desistido de la idea de operarse decidió ir, montar el numerito, faltarle el respeto a muchos de los trabajadores que estaban allí y sobretodo a esa gran lista de espera. Cuánto pueden cobrarte en una consulta privada? Allí no tuve que abonar ningún importe y encima me fui con un kit de toda la medicación y material de curas que necesito para el postoperatorio. Hoy incluso me han llamado para ver cómo me encontraba.

Eduardo, si este escrito te llega, de verdad … ve a un psicólogo. O si no es un problema de miedo y gestión de emociones, a un neurocirujano a que te practique una lobotomía. O a la selva y vives como un salvaje. Porque si vas a salir con que eso de que «tú pagas seguridad social», como tú la pagamos todos y eso no nos da derecho a hacer un mal uso de ella. Hay mil cosas infinitamente mejorables en mi trabajo y en las personas que lo desempeñamos, pero viéndolo como lo he visto desde el otro lado … ojito algunos usuarios.

Me quedo con la frase del cirujano maxilofacial: esto es un lujo. Si te manejas con las cifras, con diferentes sistemas de gestión, diferentes modelos y puedes apreciar la dimensión del coste sanitario, no puedes hacer más que reafirmarte en la suerte que tenemos en este aspecto, aunque vaya tan mal en tantas ocasiones. La cosa es que va mal por muchos motivos y múltiples variables.

Por la parte que nos toca: NO seamos como Eduardo.

Gracias por leerme.

 

P.D: muchísimas gracias a todo el personal del Hospital Pere i Virgili, desde administrativos hasta celadores, TCAEs, enfermeras, personal de limpieza y personal médico. Yo iba como un flan pero confiada en que son excelentes profesionales y que saben exactamente qué hacer, como demostraron de manera sobrada. Muchas gracias de igual modo a todos los que me han aguantado este tiempecito, que cuando una tiene dolor, no muestra su mejor cara (familia, amig@s y Ángel <3) y en especial, muchas gracias a Juanma Velázquez que me echó más que un cable, me guió, me orientó, respondió a mis millones de dudas y me derivó para que todo fuera más rápido (sin perder la paciencia y siempre con buenas ganas. Yo tengo ganas de matar por mucho menos!)

(Pat) Ética (mente)

Capítulo número mil de aventuras y desventuras pandémicas

Han pasado dieciocho meses y un tren por encima a juzgar por cómo me siento.

Disculpad el monotema pero a falta de otras opciones, esta es una de las mejores catarsis que tengo para soltar lastre. Por desgracia, queda muy lejos la filosofía Mr.Wonderful que afirmaba que de esta íbamos a salir mejores. Me lo creí y en cierto modo fue porque lo que se estaba viendo era tan duro que necesitaba pensar que así sería, que después de lo que afirmo que ha sido lo peor que me ha tocado vivir, de aquí sacaríamos algo bueno. Mi intención es como siempre la de invitar a la reflexión escribiendo y compartiendo con quien me lee las anécdotas con las que me toca lidiar. Disparo.

El pasado martes día 10 de agosto me desperté con la noticia de que para incentivar el ritmo estancado, varios centros contarían con vacunación sin cita previa. La aún reticencia, el gran número de personas de vacaciones y que las horas o ubicaciones de los puntos de vacunación son una dificultad o esfuerzo extra en la población estaban dando como resultado un diezmo del ritmo de administración que, además, coincidía con un momento extremadamente delicado de nuevas cepas, UCIS colapsadas y contagios. Es por este motivo que se optó por una nueva estrategia que favorecía la inyección pero que sumaba nuevos dolores de cabeza para la gestión, organización de las jornadas, trabajadores y el cuadre de viales y dosis.

La tarde que se inauguró esto a mí me tocaba ser la cara responsable en el centro de vacunación. Empieza la fiesta y el desfile de bastantes personas que optan por la opción «sin cita previa» salvo por un pequeño detalle: que sí la tienen, lo que en otro día que no les pilla tan cómodo como el «ahora que paso por aquí, pues ya estaríamos». Cabe decir que en el comunicado que emite CatSalut también concreta que si se tiene hora, que intente respetarse por asuntos organizativos; la adjudicación de trabajadores en plantilla de los centros va en función de las dosis a administrar, es decir, no habrá el mismo número de personal trabajando si hay doscientas vacunas agendadas que si hay dos mil, por no hablar del descuadre de la programación y el cálculo de las segundas dosis que generan las citas y anulaciones in situ. Pero claro, supongo que uno lee e interpreta los mensajes en función de la parte que le interesa. El chiste lo cuento ahora.

A las 18.30h había venido un gran número de espontáneos (gente sin cita) y aún quedaba el grueso de la programación, según el listado unas 150 personas. Hago un cálculo mental rápido de las dosis que me quedan en función de los viales que tengo disponibles y veo que vamos justos, tanto, que puedo llegar a tener dificultades a última hora para administrar todas las vacunas. No obstante, prefiero ser prudente debido a que raras veces acuden todas las citas de personas programadas: unas se han anulado en último momento, otras no acuden porque están enfermas o como incluso nos han llegado a decir al llamarlas por teléfono «les ha salido un plan mejor«. Bien, pues en estas que se presenta una mujer con su hijo de 13 años que tenía hora al día siguiente, pero me comenta que viene desde muy lejos (un pueblo que está a seis kilómetros del punto de vacunación) y que ya que pasaba por aquí, que si le vacunábamos al niño. Le comento lo que sucede con respecto a las dosis y le digo que vamos a priorizar a las personas que sí tienen cita programada, pero que no obstante y teniendo en cuenta las mil incidencias que suele haber, que me deje su teléfono porque a las 19.30h yo ya puedo hacerme una idea segura de lo que tengo. Que lo más seguro es que sí, pero que hasta dentro de 45 minutos no lo puedo saber con certeza. Se va. Yo vuelvo a hacer unos papeles y entro en el despacho.

Sorpresa. Me avisa una compañera administrativa, la que está presente durante la conversación con esta mujer, y me señala al niño sentado cómodamente en la sala de descanso post-administración. Está solo. En ese momento, aunque estoy alucinando, me acerco y el diálogo se desarrolla así:

Esther: perdona, no le he dicho a tu madre que esperarais hasta las 19.30h?

Niño: eh? es que no sé de qué me estás hablando

Esther: qué haces aquí solo? dónde está tu acompañante?

Niño: ha tenido que salir, que está hablando por teléfono

Me dirijo a la puerta. La madre no está hablando por teléfono, está tranquilamente sentada en un banco. Ha aprovechado el momento en que entré al despacho para dar la vuelta, anular la cita y hacerse pasar como una «nueva» sin hora, colándosela a los de recepción, que cómo iban a pensar que se pudiera tener tanta desfachatez de mentir en nuestra propia cara. Me invade la rabia. Voy directa hacia ella.

Esther: qué, has vacunado al niño, no? No te comenté que esperaras a las 19.30h que te íbamos a llamar? Es más, no te he explicado por qué había que esperar?

Personaje: bueno, mira, es que mañana no me venía bien venir y ya está

(Recuerdo que tenía cita al día siguiente. Me pregunto por qué la conservaba a sabiendas que le iba mal)

Esther: ya bueno, pero es que esa dosis que se le ha puesto al niño era de otra persona. Lo que tú has preferido ignorar todo lo que te hemos dicho y engañarnos, no?

Personaje: si lo quieres ver así …

Esther: no, no es que yo lo vea así. Es que es lo que has hecho. Se trata de educación, respeto, responsabilidad y civismo

Personaje: lo que tú digas, pero yo ya he vacunado al niño (habla sin mirarme a la cara y con el teléfono en la oreja)

No doy crédito. Ni un ápice de vergüenza. Toda la cantidad de jeta imaginable. Me voy porque la conversación no va a ningún lado y porque entre otras cosas, me está costando mantener a ralla mi impotencia y mi ira.

Pues bien, ojalá pudiera deciros que se trata de un proceso aislado, pero no. Hay mucha gente buena pero por otro lado me estoy dando un buen baño ajeno de egoísmo, incoherencia y problemas de primer mundo en modalidad «mi ombligo es el centro del universo» o de conocimientos básicos. Por poner más ejemplos, hablaré de:

  • Personas que niegan la pandemia desde el sofá de su casa.
  • Mujeres que no quieren vacunarse por si tienen alteraciones del ciclo menstrual pero que a su vez, están tomando anticonceptivas, como si esto en sí no fuera un ciclo artificial y una alteración de tu fisiología. Otra que incluso añade que y si por eso se puede quedar embarazada (hasta donde yo sé, puedes concebir un bebé si tienes relaciones sexuales sin métodos anticonceptivos, no por vacunarse. Si me he perdido algo, por favor, decídmelo).
  • Un hombre que no creía en las vacunas pero sí en el método del fogonazo, ritual esotérico purificador mediante el cual el sujeto se aplica alcohol y se flambea. A su proceso infeccioso de covid no le dio tiempo a hacer prácticamente nada porque fueron las quemaduras y la deflagración las que le causaron la muerte.
  • Personas que alegan «que no sé qué me están metiendo» y son habituales consumidoras de drogas duras, ultraprocesados, tabaco o dióxido de cloro.
  • Hombres y mujeres que son contactos estrechos y deben estar confinados, pero no sólo salen de casa sino que se presentan para vacunarse. Cuando les dices que no puedes vacunarlos y que vuelvan a su domicilio, responden «si lo llego a saber no te digo nada». Han venido hasta positivos confirmados.
  • Una mujer que me pide ver el vial y a continuación me increpa diciendo que «habíais dicho que me ibais a poner pfizer y aquí pone Comirnaty!!!!» (Pfizer-Biontech no es la vacuna sino el laboratorio que la produce. Comirnaty es el nombre comercial de la vacuna).
  • Señores y señoras a las que, a estas alturas aún hay que recordar, que por favor se pongan bien o directamente, se pongan la mascarilla al hablar contigo.
  • Un hombre que me discute el protocolo de administración porque al haber pasado el covid, sólo le toca una dosis. Me dice que a ver si entiendo que él está muy expuesto y que se ha hecho una prueba de anticuerpos y no tiene ya. Le explico breves conceptos de inmunología y por qué no es relevante no encontrar anticuerpos. Me dice que no le convenzo. Por contra, también está el que discrepa porque son dos dosis y sólo quiere una.
  • Individu@s que viven preocupad@s por los trombos y que aún ignorando la incidencia, lo dicen con una cajetilla de tabaco, hormonas, anticonceptivas, sendentarismo o vuelos habituales en avión.
  • Gente que es incapaz de enfocar este problema en su globalidad con su responsabilidad individual y que realmente, no están dispuest@s a que ninguna cantidad de evidencia pueda hacerles entrar en razón.

Etcétera, etcétera …

Es difícil no llevarse esto a casa y enganchado al cuerpo. No hay día de tregua debido a que entre otras cosas y gracias a esta nueva quinta ola, nos han vuelto a quitar libranzas en el hospital por presión asistencial y falta de personal. El cansancio no ayuda y la fatiga pandémica tampoco. En marzo nos mal llamaban héroes y nos llovían los aplausos y ahora se justifica un botellón porque tengo derecho a divertirme y mis condiciones laborales a «te pagan por esto, te j***des, haber estudiado otra cosa».

He intentado ser todo lo consciente que he podido desde el principio, tanto, que por eso nunca descarté que pudiera ser yo la que acabara con un tubo en la tráquea, al fin y al cabo, dónde pone que estoy exenta de la neumonía bilateral o de la reacción exagerada de mi sistema inmunitario? Pienso que es fundamental ver el alcance real de esto que por supuesto, va mucho más allá de la infección. A pesar de mi miedo, ha primado la infinita fortuna que tengo de estar donde estoy y poder optar ya a unas vacunas y tratamientos que han demostrado sobradamente su eficacia para el control de este desastre y sus beneficios muy por encima de los riesgos. Cosa que valga decir, ya es mucho más de lo que tienen países con elevados índices de pobreza (esos sí que están abandonados a su suerte). Pero sinceramente creo que va a tener que pasar mucho tiempo para que pueda superar según qué. Nos falta vergüenza, perspectiva, humildad, empatía, conocimientos y algún que otro bofetón. Nos falla entender que no vivimos sol@s y que nuestras acciones tienen repercusiones incluso cuando pensamos que no nos van a salpicar y sí lo hacen, tanto da que a nosotros mismos o a terceros.

Siento un post que quizás sea más negativo de lo que me gustaría, pero realmente, como seres humanos ya va tocando que hagamos una reflexión. Si esto a alguien le remueve … pues por supuesto merecerá la pena. Tod@s tenemos miedo … pero sinceramente, tenemos opción? Existe alternativa si queremos recuperar nuestra vida anterior sin lamentar más pérdidas humanas y materiales de las inevitables?

Gracias por leerme.

Deshacer el mundo

Empezar porque sí …

Y acabar no sé cuándo

(«Deshacer el mundo». Héroes del Silencio)

Mi convalidación como surfera de olas pandémicas no me da margen para redactar y no especialmente debido a que no tenga nada que decir. De hecho, el día que yo no tenga una contra, es que algo muy malo me está pasando. Necesito entender muchas cosas y no puedo porque el agotamiento me tiene en jaque.

Este post va a ser complejo para mí ya que no es que hable de lo que pienso, sino de lo que siento. Esto me expone y me desnuda en el escaparate multitudinario que es internet, pero si con suerte me expreso bien podré lograr transmitir en qué punto estamos much@s, descargar mi mochila y con más fortuna, remover la de las personas a las que no le pesa tanto. Egoísmo terapéutico, coged palomitas que empiezo.

Como much@s sabéis, trabajo en un hospital y desde enero, lo compagino siendo miembro de equipos de vacunación contra el covid. Actualmente hago jornadas laborales semanales de entre 48-78 horas. Es necesaria esa paliza? Desde luego que no. Pero parte del impacto del coronavirus en mí fue la obsesión de que acabara cuanto antes, al menos como lo estamos conociendo hasta ahora. Ponerme una capa de superwoman pero no por soberbia sino por ansiedad y egoísmo de que el lado más cruel de esta broma no rozara a quien quiero. Así pues, no hay peor error que no hacer nada pensando que se puede hacer poco y yo llevo la frase hasta el límite. Intensita como soy yo, vaya. Lo malo de todo esto ya no es el desgaste físico, sino el psicológico, el emocional y la pérdida de la fe. Después de tanta exposición y observar cómo razonan o se comportan algunas personas o cómo nos da igual todo, esto es directamente descorazonador. Quizás muchas de estas respuestas que oigo son mecanismos de defensa ante el miedo o ante aquello que no sabemos consolar. No lo sé. Pero mi cabeza tiene que entender a la vez meses de aplausos a las 20h y personas que ahora mismo se quejan, protestan o incluso alegan «que este es nuestro trabajo». En algo tenéis razón, lo es. Pero también es la labor de un barrendero limpiar las calles y eso no nos legitima a tirar basura al suelo habiendo papeleras. Supongo que esto es lo mismo. Sí, es verdad que hay cosas que mejorar pero no es menos cierto que un poco de autocrítica para ver qué responsabilidad tenemos en según qué escabechina, nos coloca automáticamente en una posición un poco incómoda, tanto, que preferimos obviarla y seguir en la queja. Errar es humano, echarle la culpa a otro, más aún.

La quinta ola después de casi año y medio non stop ha sido un bofetón con la mano abierta. Ha sido salir de un examen en el que te habías dejado la piel estudiando pensando que te había ido genial y luego suspender con mala nota, ir a recuperación y tener que volver a empezar. Y como yo, mucha gente igual. A principios de julio se dispararon los contagios, las noticias sensacionalistas y empezó un nuevo colapso de la atención primaria y una paulatina pero continua escalada de ingresos hospitalarios, positivos y brotes en personal sanitario. Mails de dirección con actualizaciones de protocolo covid, de vuelta a ser contacto estrecho cada dos por tres, nuevas restricciones de libranzas por presión asistencial y nueva ansiedad de observar si el dolor de cabeza que tienes es tensional o es algo más. Vienen flashes y déjà-vus que yo intento controlar pero que no siempre puedo. Y sí, hablando con muchos de mis compañer@s, tod@s vuelven a aquejarlo: se llora, se está irritable, enfadad@, triste y fundamentalmente, exhaust@. Los informativos se hacen eco de esto pero da igual. Como vuelvo a decir, es anestesia emocional o el mecanismo de defensa que tenemos para que el dolor ajeno no nos afecte. O bueno, también la culpa puede ser del gobierno, claro. Lo que sea necesario para no enfrentar qué poder tienes tú para sumar o restar en esta historia. Dijo Óscar Wilde que cuidado con lo que deseas, que se puede convertir en realidad. Por eso, si como personas somos incapaces de entender una situación y actuar en consecuencia porque preferimos que haya un órgano punitivo que nos castigue cuando lo que hacemos es incorrecto … estamos pidiendo un dictador. Y por supuesto si donde dice «puedes quitarte la mascarilla en espacio exterior siempre y cuando se respete la distancia de dos metros» uno entiende «se pueden hacer botellones, viajes de fin de curso a lo loco y viva la virgen» o en el hecho de que no haya restricciones bestiales para salvar una economía que sustenta entre otras cosas el sistema sanitario, se interpreta que es que ya no hay pandemia … pues es que creo que el problema lo tiene uno mismo y se llama comprensión lectora y consciencia situacional, entre otras cosas. No podemos quejarnos de que nos tratan como borregos cuando en realidad actuamos como tales.

Estar en primera línea no me coloca en una superioridad moral con respecto al que no. De hecho, todo el mundo se ha visto y se verá salpicado ya no de manera directa, sino por lo que conocemos como daños colaterales: crisis económica, social, sanitaria y humanitaria. Pero estar donde estoy sí me da una visión distinta al que lo vive desde otro ángulo y que es digna a tener en cuenta. Yo puedo intuir que es horrible pasar hambre pero difícilmente experimentaré la sensación real si en mi nevera no falta nunca la comida. Desde las imágenes de televisión no se puede oler, ver, tocar o sentir el miedo y la tristeza de las personas enfermas o el pesar y el agobio de los trabajadores. Desde el sofá de tu casa no tienes a nadie delante a diario tosiéndote en la cara mientras esperas los resultados de una PCR. Tampoco ves el aparataje, los muertos ni los metes en bolsas ni tienes que consolar CADA DÍA o atender llamadas de los familiares que no pueden ver a sus seres queridos. En mi trabajo siempre ha habido carga emocional pero no tan mantenida ni a este nivel, tampoco había vivido tan intensamente y sostenido el peligro real y lógico de ser yo la que en cualquier momento cayera.

Llevé desde siempre a rajatabla las medidas de precaución para proteger a l@s que quiero y para no colaborar en algo que parece que no, pero tiene efecto bola de nieve. A estas alturas tengo para escribir un libro con los disparates, fácilmente rebatibles desde el pensamiento crítico y científico (es decir, demostrable!!!) que he escuchado o que directamente, he visto. Dicen que hay que hacer vida normal pero mi pregunta es cómo puedo hacerla acumulando tantas cosas. Siento rabia por la poca empatía y compasión ante esto y envidia por no ser capaz de que no me afecte como hacen aquell@s que pasan absolutamente de todo. Esto acabará o cambiará pero hasta que lo haga y más si es con esta respuesta, a mí se me va a hacer extraordinariamente pesado. Las críticas constructivas y las quejas son siempre necesarias para mejorar. Aún así y sin espíritu de justificar lo injustificable, cómo pensáis que se puede mirar a la cara a todo aquel que se salta un confinamiento, te expone de nuevo gratuitamente al virus y luego se mete la fiesta padre a la voz de «es que necesito divertirme» o «es por salud mental»? De nuevo el egoísmo, la sin razón, la inconsciencia serán pan para hoy y hambre para mañana. Por desgracia el SARS-CoV-2 ha resultado ser un barco en el que o remamos tod@s en la misma dirección o llegar a destino se retrasará mucho más de lo previsto con todas las pérdidas emocionales y materiales que eso conlleva.

Difícilmente se puede desconectar de manera «total» cuando en tu trabajo aprieta y ahoga tanto la actualidad. He hablado en primera persona pero supongo que lo que describo es lo que sienten much@s de mis compañer@s, que son a estas alturas amig@s también y en los que su dolor también es parte del mío. Seguiremos adelante porque en realidad no hay otra, pero ojito en cómo lo hacemos.

Gracias por leerme y por la paciencia, soy consciente de que muchas veces ahora no soy mi mejor versión. L@s sanitari@s no somos héroes ni heroínas, somos personas con las mismas necesidades que cualquier otra. A cuidarse.

Cubierto el cupo

Casi siete meses desde mi última entrada.

Después de tanto tiempo en «silencio», aquí estoy de nuevo con la necesidad de explicar una nueva batallita. Con información y datos de primera línea sobre algunos conceptos que, aunque copan muchas horas de televisión, internet y radio, tengo mis dudas sobre si están siendo bien discriminados o analizados en profundidad y contexto. Disparo.

Mi última aventurilla consiste en ocupar el margen de tiempo que tengo fuera de mi horario habitual de trabajo participando de manera muy activa en la campaña de vacunación del covid. No os voy a engañar y siempre digo riendo que «si con esto no adelgazo, yo ya no sé …» porque el ritmo que llevo es voluntario pero frenético a la vez y voy muy cansada, mucho. Para que os hagáis una idea, mi turno hospitalario es en días alternos de doce horas de 20h a 8 am y cuando me acuesto sobre las 9.30 am, mi despertador vuelve a sonar a las 12.30h para reiniciarme y estar de 14 a 21h con el programa de vacunación. Sarna con gusto no pica y a pesar de los litros de antiojeras, me compensa el hecho de estar colaborando en lo que yo considero el principio del fin. Después de tantos meses, el drama y todas las restricciones se me hacen muy cuesta arriba, por no añadir que me es absolutamente imposible desconectar un margen de tiempo razonable. El covid y todo lo que lo envuelve es mi día a día y paso muchas horas en un lugar donde el SARS-CoV-2 campa a sus anchas y yo necesito retomar mi vida «normal», con lo que todo vale para que así vuelva a ser.

Muchas veces me pregunto si la población en general apagara la tele, se informara de fuentes fiables y vistiera mi uniforme, variaría el concepto, la actuación o la opinión que se tiene ante muchas cosas. Si realmente hubiera un análisis de todos los factores que juegan un papel primordial en el tratamiento y gestión de la pandemia, desde la propia enfermedad hasta la política, el sistema capitalista salvaje y la globalización que lleva la batuta en todo el planeta azul, etc. … esto se vería de otro modo. Estoy convencida de que sí y es que cada vez le doy más importancia al contexto que envuelve a una situación porque resulta ser la clave para entender por qué esta es como es y no como debería.

Trabajar con el gran equipo que coordina y opera en la organización y ejecución de la campaña vacunal está resultando muy satisfactorio y enriquecedor para mí. Sin embargo y a su misma vez, me supone un extra de desgaste emocional y tristeza porque lo que se ha vivido en residencias y que ahora conozco de primera mano ha sido absolutamente demoledor. Tengo de nuevo serias dudas de que si esto trascendiera, realmente calara o modificara algo en una población ya de por sí anestesiada. Para mí, que una compañera de profesión se emocione explicándome que en la primera ola, fallecieron 14 de los 18 ancianos que vivían en su residencia y que entre otras cosas como las funerarias no daban a basto, tuvieron que estar con los cadáveres 48 horas allí en el suelo … me revuelve el estómago y le suma un latigazo más a todo el sufrimiento con mayúsculas que he presenciado a menos de dos palmos.

Por otro lado, quiero explicar lo que es la complejidad (no muy aparente) y el reto de vacunar a un país entero. Las campañas de vacunación van más allá de la administración del jeringazo en sí y llevan asociada una trama administrativa que puede ser pesada pero necesaria para el control no sólo de esta vacuna, sino en realidad de cualquier medicamento y su distribución e impacto en la población. Si era de por sí ardua la tarea de organizar listados y censos con datos que no siempre están actualizados por culpa de la administración o de los usuarios, imaginad tener que estratificarlos por grupos de riesgo con un suministro además muy pobre de viales. Luego, por si no queríamos caldo, nos dieron tres tazas: cada vacuna tiene unas características muy especiales de conservación, transporte y dosis en los viales que dificultan más aún la organización y la ubicación de los grupos, ya que tienen que ser en múltiplos al principio de cinco, luego de seis para Pfizer, cinco para Moderna y diez para AstraZeneca. Y como aún podemos añadirle más guindas al pavo o rizar el rizo, sumad que en los listados hay gente que rechaza la vacuna, que es baja por haber contraído el covid, estar hospitalizada, en estado de gestación o porque se lo piensa y decide esperar. Se organizan listas con repescas de personas que en cuyo centro no eran múltiplos de 5, 6 ó 10 y tienen que citarse en otro lugar para agruparse y poderse vacunar, segundas dosis, primeras, bajas, etc. … . Es demencial y no una cuestión de falta de profesionales o de pocas ganas de trabajar, sino de entender que la jeringa y la aguja de Pfizer, AstraZeneca o Moderna tan sólo son la punta del iceberg de toda la labor que hay detrás. En una jornada de seis horas, puedes pasarte cuatro perfectamente delante del ordenador, con el teléfono, registrando lotes, puntos de inyección, motivos de vacunación, repasando, reagendando, organizando cajas de material y cuadrando listados, mientras que el acto en sí y el cribaje con test de antígenos rápido no ocupan ni la mitad de la jornada.

Para finalizar, voy a explicar un par de anécdotas, por escribirlo de manera bonita y eufemística. Ayer dos chicas que estaban agendadas, es decir, que habían pactado en su lugar de trabajo el día de la vacuna y el grupo, al llegar al centro y reunirse con el resto, decidieron in situ que no se vacunaban «porque habían leído en la ficha técnica de Pfizer» que podía causar esterilidad. No sólo ese efecto no consta sino que cuando se les explica la composición del producto, la dudosa fiabilidad de donde han sacado los datos, lo grave que conocemos del covid y lo que implica que hayamos abierto un vial y que cambien de opinión en directo, contestan sin despeinarse «si no podemos tirar las dosis» o «si nos las pagan». Se fueron más anchas que largas y nos dejaron a mi compañera y a mí con un microinfarto al ver el desperdicio, la injusticia y un problema que tuvimos suerte de poder solucionar, pero que era totalmente innecesario.

Ayer mismo también, un repartidor que trajo un paquete a casa me replicó cuando le pedí que esperara a que me pusiera la mascarilla «que no hacía falta, que esto era un invento, el covid no existe». Casi hay que reanimarlo cuando le digo, literal, que es casi imposible que pueda enmendar o incluso superar el tamaño de la pifia que acababa de cometer. Que sólo estaba diciéndole eso a alguien que trabaja en un hospital, que está en el equipo de vacunación y que además, se pasó 19 días encerrada sin gusto, olfato, con tos, opresión en el pecho y un miedo atroz. Siento lo que me parece que es un texto poco ordenado pero la Esther de ahora no es la misma de siempre y como casi toda la población, esto me tiene afectada y desubicada. Tengo cubierto el cupo.

Creo sinceramente que hay todavía muchas personas que no están queriendo indagar en el funcionamiento de las cosas o que se quedan en la queja aparente, superficial y tampoco tienen interés en escuchar. Siento que muchas otras no están entendiendo el calibre de la pandemia, la crisis que genera, el impacto y sobretodo la responsabilidad individual que tenemos aunque no lo creamos en la dilatación en el tiempo que esto pueda tener, ya sea con vacuna o no. Y me tiemblan las piernas al pensar que hay otras tantas que tienen la insensibilidad necesaria como para no querer ahorrarle a alguien, conocido o no, una situación dolorosa.

Ojalá vengan muchas más dosis. Ojalá lleguen a todas las partes del mundo. Siempre pensé que la pandemia vino a enseñarnos muchas lecciones aunque no sean evidentes y una de ellas es que hay que unir fuerzas para salir adelante y que las distinciones aquí no sirven. Que la economía sin salud no tiene sentido. Que el planeta necesita un respiro o vendrán más como esta y que a cada día que pasa, alguien más se contagia, muere prematuramente o quedará con secuelas.

Faltan vacunas para que esto coja un buen ritmo aunque eso les suponga un montón de canas a todo el equipo que gestiona y organiza la campaña de vacunación. Mi labor en este sarao desgasta mucho menos porque estoy a pie de calle. Desde aquí, mi agradecimiento y mi admiración a todas esas profesionales: tenéis el cielo ganado y barra libre de croquetas a mi cuenta cuando todo esto acabe. Salud y para adelante.

Y a ti, gracias por tu tiempo y por leerme. Si con esto has podido ver otro ángulo, entender algunas cosas o simplemente empatizar con la situación, habrá merecido la pena.

Basado en hechos reales

No acostumbro a querer dar explicaciones, pero …

 

(En la narración se utilizarán pseudónimos para proteger la intimidad de l@s protagonistas. Las historias a continuación están basadas en hechos reales).

 

El señor P. acudió una mañana de diciembre a practicarse un cateterismo cardíaco de manera programada al hospital. Él fue el 100% en la estadística que oscila entre el 0.8 y 8% de complicaciones graves que pueden ocurrir tras la prueba. Iniciaba así un periplo valldhebroniense de tres meses con el todo incluido en el que hubo que pasar por quirófano dos veces a corazón abierto, reintroducir ventilación asistida, realizar una traqueostomía y atravesar el largo vía crucis de una recuperación que llegamos a dudar que sucediera. Pero el señor P. era un fiera. Nos lo decían sus hijos y su mujer. Se le notaba en la cara y en el genio que se gastaba cuando se enfadaba con su suerte. Corría marzo y las cosas se empezaban a poner feas en los hospitales de Barcelona, así que forzaron el alta por su seguridad y para continuar su ya avanzada rehabilitación de forma domiciliaria. La última noche antes de irse a casa, nos fuimos a despedir del señor P. (tres meses dan para ese vínculo): «Prométenos que cuando pase todo esto vendrás a vernos! Cuídate y come mucho, P. que tienes que coger fuerzas!!!». Tan sólo una semana más tarde nos llegaron noticias de que P. había hecho fiebre y tenía dificultad respiratoria. Estaba en el pabellón que se habilitó para acoger los pacientes con covid que venían a oleadas desde toda la ciudad. Por desgracia, no lo superó.

 

Hacía diez días que M. había vuelto de viaje de trabajo cuando empezó a encontrarse mal. Febrícula, sensación de falta de aire. Mediados de marzo y colapso instaurado en centros de atención primaria, hospitales y SEM. La Generalitat habilita una app para manejar el diagnóstico y el seguimiento de pacientes con síntomas de covid pero no se da a basto y la atención va a salto de mata y como se puede. «Eres paciente de riesgo y por lo que cuentas, probablemente tengas covid, pero no podemos realizarte el frotis porque estamos saturados. Controla la temperatura y si en algún momento sientes que respiras peor, acude sin demora al hospital. Aíslate en una habitación y extrema las medidas de higiene y seguridad». Fin del comunicado hasta nueva orden.

 

C. se diagnosticó a sí mismo la neumonía porque se dedica a la medicina y tenía fonendoscopio en casa. Se levantó con dolor muscular, tos, fiebre y la firme sospecha de que le había tocado la varita mágica del SARS-CoV-2. Una vez confirmada la infección, su estado de salud fue bastante aceptable pero tardó en negativizar el virus, lo que se tradujo en más días aislado solo en una habitación y sin salir más de lo necesario al baño o espacios comunes por miedo a infectar a su pareja. Películas, series, música, libros, whatsapps … cuántas horas tienen los días, veinticuatro? Probablemente y según el momento, quizás poseen más (y si no, que le pregunten a C. …).

 

H. es de esas personas que conocí a través de una tercera hace muchos años, pero con la que sigo manteniendo periódicamente contacto y buen rollo. Me escribió, como tantas otras, al inicio de la pandemia para darme ánimos y preguntarme cómo estaba. Una tarde volvió a hacerlo, pero ya no era la misma. Su padre, ingresado en una residencia para rehabilitación, pasó de tener décimas de fiebre a estar sedado para facilitar su viaje al infinito en cuestión de horas. No pudo verlo ni despedirse. Se lo dijeron por teléfono. Supongo que tardará tiempo en poder reconstruir las piezas del puzzle del duelo tan horrible que se le vino encima.

 

Podría seguir, pero creo que como muestra representativa, es suficiente. Tanto P., como M, C. o H. engrosan las listas de los contabilizados por infección, ingreso, sospecha o defunción por covid. Detrás de esos números, sin embargo, hay un ser humano y de manera tanto explícita como implícita, algo mucho más profundo que eso. Hay una familia, una vida y una historia. Momentos de tensión, miedo, dolor e incertidumbre que viajaron y traspasaron la señal wifi que llega a mi teléfono o a mi trabajo. Recuerdo las tablas excel de monitorización de constantes vitales de M. y los audios donde valoraba su disnea (ahogo) a través de su cadencia al hablar, los tuppers de la comida que traían los hijos de P. y que calentábamos al microondas, las restricciones crecientes de las visitas que les permitíamos hacer. El jarro de agua fría que me cayó con el mensaje de H. y mis torpes palabras de condolencia. Tengo muy presente la imagen de las urgencias colapsadas, las plantas de hospitalización llenas, la de montar ucis a todo correr, las estanterías de la nueva morgue improvisada llenas de bolsas de cadáveres, el miedo y las marcas de los epis en la cara de todos, el agotamiento físico y emocional.  Lo tengo tan lúcido porque en realidad, tan sólo hace tres meses de esto y amenaza con reactivarse.

Lo que se llama nueva normalidad es un eufemismo porque lo que estamos viviendo no es ni normal ni en muchas culturas, natural. No creo que se trate tanto de adaptación como de nuestra manía de querer pasar página rápido sin sentir ni darle un espacio a lo malo. Es el egoísmo o la inconsciencia, también. Yo no puedo, quiero ni debo llevarme todo el dolor ajeno, pero tenerlo presente me da motivos, energía y fuerza para ser parte de la solución y no del problema. Cada día sale el sol y la vida sigue. El mundo no se detuvo ni cuando se produjo la fuga en Chernobyl o el holocausto judío, cuando el atentado del 11-M, la guerra civil, el hambre o la miseria. Tampoco lo hará por una pandemia. Pero para mí, tener tan vívida la historia me ayuda a no repetirla y es mi manera de honrar, homenajear o digerir lo sucedido. Por eso si …

Si veis que no quiero salir mucho o que sigo unas instrucciones de manera muy estricta, no es trauma ni depresión ni histeria (bueno, quizás sí. Consultaré a un psicólogo). No es que me haya quedado anclada en un punto y no quiera retomar mi vida, porque creedme que lo que más deseo es que acabe todo esto y volver a acercarme a la gente sin miedo a poder hacerles daño o que me lo hagan a mí. Si estoy llevando una vida menos normal o siguiendo unas recomendaciones que también me incomodan bastante, es porque es mi manera de proteger a los demás, tanto a los que quiero como a los que no conozco. Mi modo de contribuir a la resolución o contención de este problema en la medida de mis posibilidades y sobretodo, mi estrategia del tiempo que necesita mi cabeza y mi cuerpo para procesar todo lo vivido.

Ha habido más pandemias SARS y estoy convencida que esto será temporal (y a juzgar por la escabechina y el negocio, el capitalismo enfermo está trabajando duro para solventarlo). No me están pidiendo tanto y hay más que perder que ganar actuando sin cabeza. Por eso, si ves que no participo mucho, no es personal. Es mi filosofía. La puedes compartir o no, pero agradeceré que la respetes (al fin y al cabo, no estoy haciendo nada malo). Oye y al que no le guste, lo siento en el alma pero … puede mirar a otro lado.

Gracias por leerme.

Para dentro de unos años …

Ayer los miré y ya no me parecieron niñ@s.

Su mundo es el mismo que el mío, pero a la vez muy distinto. Justo ahora van a subirse a la montaña rusa de las primeras emociones, los descubrimientos, la adolescencia, los límites y va a empezar a germinar la semilla de lo que ya son como personas individuales. Empiezan las curvas y deseo que tras el meneo puedan tener bonitas conclusiones.

Yo, que siempre he sido intensita, no me veo capaz de decirles esto sin que se me salte una lagrimilla. Aunque para ser sincera, también lo hago para evitarme la cara de «pero qué me estás contando» y que me miren como si fuera la pureta que me niego a ser. Pero para dentro de unos años y por si les puede servir para transitar por el planeta azul, disparo los tata-advertisements …

Hay que leer, leer y leer más. Leer abre la mente, te lleva a sitios en los que no podrás estar jamás, tanto físicos geográficamente como del interior de las personas. Hay que hablar con mucha gente, debatir, contrastar. La verdad tiene muchas caras y una opinión personal debe ser la conclusión de haber escuchado y reflexionado sobre muchas otras. Cuestionad todas las creencias y construid la vuestra propia, un argumento nunca puede ser un «porque sí» o «porque siempre ha sido así», hay que ir siempre más allá. Analizad el pasado, el sentido y la historia para poder entender el presente y no cometer los mismos errores ancestrales.

Empatía. La clave de parte de la salud mental, la compasión, generosidad y la bondad humana. Entender lo que le pasa a otro individuo o cómo ha llegado allí servirá para pasar página cuando algo os haga daño, hecho que inevitablemente tiene que suceder e incluso es necesario para crecer como grandes personas. A veces va a ser muy difícil pero hay que intentarlo. El mundo es muy grande y nosotros muy pequeños aunque se nos olvide tan frecuentemente y que algo no toque de cerca no es motivo para ignorarlo.

Cuando alguien empieza a cuestionar cosas,  a veces sucede que se le ocurren o reafirma otras maneras de vivir, sentir o pensar. Si no atacan los derechos fundamentales ajenos, serán perfectamente válidas y respetables. Pero habrá personas que podrán criticarlas o que verán como una amenaza lo «distinto» ya que lo desconocido da miedo y porque históricamente una manera única de pensar es un modo sencillo de control sobre los demás. Hay que ser valiente para remar en contra dirección y entender que lo que está bien para uno, quizás para otro no. Probablemente nunca se está tan solo como se cree cuando te sientes diferente, sólo que ser sincero y salirse de lo standard … tiene su aquel. La asertividad ayudará a defenderse cuando las críticas aprieten.

«Mi madre solía decir que el amor nunca se malgasta. aunque no te lo devuelvan en la misma medida que mereces o deseas. Déjalo salir a raudales y no tengas miedo de que te lo rompan. Los corazones rotos se curan. Los corazones protegidos acaban convertidos en piedra» (El café de los corazones rotos. Penélope Stokes). Aunque duela y sea complejo, la estima y ser consciente siempre traerá más cosas buenas que malas. Respetar y quererse a uno mismo, a los demás, a los animales, a la naturaleza y todas aquellas cosas que nos hacen vibrar. Dar gracias, ser humilde, honesto, pedir perdón, aceptar. Todo esto son buenos ejemplos de lo que puede ser el amor y de la multitud de ámbitos que abarca.

El tiempo tiene estos chistes. Un día te estabas dejando los riñones porque empezaban a caminar y de repente tienen tu misma altura o incluso más. Y yo, que seguía tan a lo mío pues resulta que también me han caído unas cuantas castañas y me redescubro con estos pensamientos entre los míos habituales de follonera y protestona. Vaya! tod@s nos hemos hecho mayores …

 Gracias 😉

Cuaderno de bitácora

Día 28

Ha pasado un día más, queda un día menos para que esto acabe.

Yo había estudiado en historia y en la facultad las diferentes pandemias que habían venido ocurriendo a lo largo de los siglos en la tierra. Pero jamás pensé que me tocaría vivir una y más en primera línea de batalla. Este post no va a ser de denuncia porque ya habrá ocasión para ello; la prioridad ahora tiene otro foco y mis energías, también. Cuando podamos por fin relajarnos, tocará hacer análisis y crítica de una situación que no era sencilla de gestionar, pero como todo, sí mejorable o como poco, cuestionable, sobretodo en lo que a los sanitarios nos compete. Hoy, debido a que en parte no puedo atender a todo el mundo como me gustaría, no escribo desde mi rincón de pensar sino en el de sentir.

Estamos confinados, pero a mí casi no me da tiempo a darme cuenta. Mi teléfono suena muchísimas veces desde que empezó la crisis, para interesarse por cómo estoy o para consultarme cosas. Estoy viviendo bonitos reencuentros a través del wifi, notando la emoción, la energía y compartiendo la preocupación de muchas personas aunque siempre intente poner la nota tranquilizadora. Cuando toca, también se respetan mis silencios. Cada día paso lista (o lo intento) entre mis amig@s contagiad@s y mis compañer@s fraternales de aventuras, veo series, leo libros, escucho música, salgo a comprar de manera centelleante y cocino. Medito. Descansar, comer bien, la compañía de la gatita Frus, el apoyo de tod@s, la lejía y mi pensamiento repetitivo de que soy la resistencia son mis aliados ahora mismo.

Much@s me habéis dicho que soy muy fuerte y que ell@s no podrían llevarlo así. No soy fuerte. Desesperada o no, esto es lo que toca vivir y enfrentar ahora, así que mejor coger el toro por los cuernos. Tengo miedo, mucho miedo y rabia, pero lo hago. Lloro cuando lo necesito, no puedo negar la dureza y la tensión de lo que estoy viviendo y que sin duda, se me nota ya y dejará mella. Voy cantando en el coche y sonriendo para mandarle señales a mi cabeza de que segregue endorfinas, bailo en mi habitación. Me sigo maquillando aunque lleve mascarilla y gafas y cuidando el pelo aunque lo lleve cubierto siempre con un gorro. El coronavirus, que ni siquiera es un organismo vivo, ha puesto en jaque a todo el mundo pero si le dejo coger el control total de mi vida y mi normalidad, entonces sí que sentiría que lo he perdido todo.

Podría profundizar muchísimo más en lo que siento, pero a grosso modo este es mi día a día. Acabo con un texto que leí en el muro de una persona que siempre ha tenido la palabra justa y que yo cada día, le aprecio más.  El SARS-CoV-2 ha venido para entre otras cosas, recordarnos quiénes somos, dónde estamos y a darnos una lección de humildad. Gracias por leerme, los mensajes, los aplausos, los paquetes volando en el jardín y por tanto, tanto cariño.

«Nos dormimos en un mundo y nos hemos despertado en otro.

De repente, Disney no tiene magia, París ya no es romántico, Nueva York ya no se queda de pie, la muralla china ya no es una fortaleza y la Meca está vacía.

Abrazos y besos se convierten en armas y no visitar a padres y amigos se convierte en un acto de amor.

De repente te das cuenta de que el poder, la belleza, el dinero no valían para nada y no podían conseguir el oxígeno por el que luchabas.

El mundo continúa su vida y es hermoso, sólo enjaula a los humanos. Creo que nos está enviando un mensaje:

Vosotros no sois indispensables. El aire, la tierra, el agua y el cielo sin vosotros están bien. E incluso mejor, Cuando volváis, recordad que sois mis invitados … no mis maestros»

 

A mis colegas sanitarios, a las fuerzas de seguridad, a los que siguen trabajando para que podamos comprar comida y productos de necesidad, a los que intentan solucionar esto, a los que investigan, a los servicios de limpieza, a los que pelean y ayudan, a todos mis amigos, mi familia, mi pareja: gracias. Ánimo y fuerza!

Sólo hay que estar en casa.

Ven conmigo

Día 12.

Mi confinamiento real empezó antes, por propia voluntad y por miedo a hacer de vector de contagio. Me llamo Esther López, soy enfermera, trabajo en Vall d’Hebron y allí las cosas en aquellas fechas (principios de marzo) ya se estaban poniendo feas. Debo reconocer que nunca imaginé que lo harían hasta tal punto, pensaba que la experiencia nos habría servido de algo. El día 10 de marzo fue el último día que salí a cenar fuera. Desde el 5 que ya no dejaba que me dieran besos, tocaran o abrazaran (a excepción puntual de mis compañeros Richard y David el día 10. Nos los dimos por cariño y porque supusimos que igual pasaba tiempo hasta que pudiéramos volver a hacer eso con normalidad, por la intuición de darnos ya ánimo. Dos besos. El valor de los pequeños gestos).

Lo que son las cosas. Tantísimas personas agobiadas por no poder salir y yo, precisamente, por tener que hacerlo e ir a trabajar en según qué condiciones. Desde mi célula de aislamiento voy a invitaros a ver otra perspectiva de la realidad, la que me toca a mí y en el fondo, susceptible de salpicar a todos. A ver si con suerte, muchos de los que están jugando a la ruleta rusa con el confinamiento y las medidas de protección entienden a qué estamos enfrentándonos y sobretodo, que los actos tienen consecuencias. Que hay que actuar con cabeza y hacer un esfuerzo para que podamos salir adelante. TOD@S sin excepción. Ven conmigo, que disparo.

No voy a entrar en características de un virus que ya conocemos bastante por desgracia, pero sí a incidir en que ha resultado ser elevadamente contagioso, tanto, que la progresión de su infectividad es exponencial. Por eso sabemos que los datos de infectados que tengamos hoy, probablemente sean el doble de aquí a unos días. Es una realidad de igual modo que habrá positivos que nunca se contabilizarán, o bien porque cursaron de forma asintomática o porque no se les llegó a hacer nunca la prueba. China no ocultó datos, probablemente se colapsó igual que nosotros lo estamos ahora. De ahí que se estime que el 80% de la población acabará contagiada y que la mayoría de ellos, cursarán de forma leve o de cuadro gripal. Pero el otro 20% del que estamos teniendo constancia es el que está actualmente en vías de hacinamiento hospitalario y es que pensadlo, el 20% no deja de ser una cifra bastante considerable. Después de las políticas de saqueo y expolio a nuestro sistema sanitario, quizás este no gozaba de su mejor momento, pero por bien que estuviera, es totalmente imposible asumir 28000 ingresos hospitalarios. De ahí que se estén ya organizando hospitales de campaña, que se estén habilitando otras zonas, que hoteles cedan sus habitaciones, de que no tengamos material y que vayamos de cabeza al racionamiento y la elección de a quién le ponemos respirador y a quién no. Nos han quitado las libranzas, ni se contempla que hagamos vacaciones mientras dure esto, se doblan turnos, no nos dan la baja aunque hayamos estado en contacto sin protección con covid + (infectado por coronavirus) y sólo podemos recurrir a medicina preventiva si tenemos síntomas. Se asumen más pacientes del ratio y el ritmo de trabajo es completamente abrumador. Por no hablar del clima de tensión y de miedo de «cuándo me tocará a mí», porque como ya os he dicho, no hay equipos de protección. Y así estamos, cubriéndonos con bolsas de basura o improvisando mascarillas con calzas. Tenéis que saber que la gente que fallece, lo hace sola porque está aislada y que luego los familiares no pueden verlo porque se va directo a la morgue y a incinerar. Entre los afectados no sólo hay gente anciana, lo digo para los que se sientan inmortales por tener veinte años. La dureza de lo que vemos a diario es tal que aseguro que muchos de nosotros quedaremos afectados psicológicamente tras este episodio.

Sigo.

Quiero pensar que después de leer los primeros párrafos, el concepto «agobio» por estar en casa ha variado e incluso ha virado en «atractivo», pero por si acaso aún no os he convencido, continúo. El SARS-CoV-2 es muy contagioso como hemos visto, pero además tiene una supervivencia nada desdeñable en superficies. Cuando se sale a comprar más ocasiones de las que corresponde (por no hablar de los que cogen la bici o fingen ir a comprar el pan, etc. …), son todas esas veces de más que se es susceptible de dejar el virus encima de barandas, manetas, puertas, suelo, bancos, aire … . Probad a salir con las manos en los bolsillos y os sorprenderéis de la de veces que hay que sacarlas y de los objetos que se tocan sin ser consciente. Y ahí se queda nuestro SARS, listo y deseoso de huésped donde poder replicarse. De 5 a 14 días de incubación hasta que empiezas a encontrarte mal y ya no sólo uno mismo sino a todos los que se lo hayas pasado, mirad si hay días de poder ir escampando ARN viral. De ese contacto «inofensivo», habrá personas que no se enterarán, otras lo harán de forma leve, otras estarán gravísimas en la UCI y otras morirán. Por un paseíto evitable. (Nota para aquellas personas que justifiquen salir alegando que otros trabajan y también salen. Muchos lo hacen obligados y el empresario también debería meditar sobre ello. Mi pregunta es: acaso eso te da permiso a agravar la situación? en serio es peor estar en casa que arriesgar y perpetuar en el tiempo una infección, que por cierto, me expone a mí como sanitaria también, aparte de como ciudadana? Si sigues en tus trece, que sepas que de no ser por la conciencia colectiva y el bien común, tú no tendrías ninguna opción en este mundo.  Hay vida más allá del ombligo propio).

Recalcar de nuevo que estamos saturados, por eso vale más que en una de esas escapaditas furtivas no haya ningún accidente, más que nada no hay SEM que te venga a buscar por según qué motivo u hospital que no esté desbordado (125 pacientes por valorar en urgencias el viernes a las 20h de la tarde, más de 300 ingresados en hospitalización y unos 65 aproximadamente en la UCI de Vall d’Hebron). Lo que yo propongo para todo aquel/la que sienta agobio por no salir de casa es que venga conmigo y que nos eche una mano limpiando superficies, recogiendo basuras, trasladando fallecidos a la morgue, reponiendo material básico, etc. … así al menos la necesidad imperiosa de escapar de su cautiverio seguro no pondrá en peligro a más personas.

No pretendo alarmar ni que cunda el pánico. Escribo estas líneas llena de pena pero muy tranquila. Tan sólo os estoy haciendo partícipes de lo que se está viviendo «al otro lado del muro» y advirtiendo que esto nos afecta a todos y que todos tenemos responsabilidad para frenarlo y que esta pesadilla acabe cuanto antes. Agradezco infinito vuestros aplausos y me dan una energía que necesito. Pero agradezco muchísimo más vuestra responsabilidad. No salgáis de casa y aguantad, porque esto no es ninguna broma. Nuestros servicios de policía, los supermercados, farmacias … tampoco deberían estar más expuestos de lo que ya lo están por el egocentrismo e inconsciencia de algunos personajes. Y que como he leído por ahí, el enemigo es invisible, mejor no escupir hacia arriba. Para los que quieren proteger la economía por encima de todos: para qué queremos dinero si estamos muertos? para qué queremos alargar las bajas en el tiempo? acaso alguien duda que va a haber una crisis económica se haga lo que se haga?

El coronavirus ha venido a enseñarnos o a recordarnos cientos de historias a las que no damos valor. Por no decir que gracias a él, el planeta tiene un respiro ambiental, ya es triste. Me quedo de momento para aguantar con los miles de whatsapps de gente enviándome ánimos, con el reto #yoconozcoaunaheroína, mails, videollamadas, los aplausos, etc. … no sabéis cómo echo de menos respirar sin mascarilla o el poder ir a tomar una cerveza con alguien, que me besen, me abracen o poder sentarme al lado de mis padres sin miedo a contagiarles nada. Esto es demoledor, de verdad. Así que hago un nuevo llamamiento, me recuerdo a mí misma que esto pasará pero para eso, tenemos que ir todos a una.

Ánimo, cuidaos y no salgáis de casa.

Gracias por leerme.

Social-media-mierd*avirus: The final season

Por «cuarentena» voluntaria, por petición popular (lo prometo y sí, también me sorprende que me pidan que escriba), por aburrimiento, por alucine, por tranquilizar, por crítica …  por todo eso y más vuelvo de nuevo a mi rincón desinfectado de pensar. El tema en sí ya aburre; hay sobrecarga de información, pero también de desinformación, sesgo, confusión y caos, a partes iguales. Las semanas que nos esperan van a ser complejas, así que más vale mentalizarse y entender, desde la calma, el por qué de las medidas.

A raíz de las nuevas propuestas sugeridas por el gobierno con respecto al coronavirus y de los datos que corren por internet o los medios de comunicación, muchas personas están confundiendo esto con la sensación de que «es más grave de lo que parece, si es una gripe para qué tanta historia». Buenas noticias, no es así. Si algo bueno puede tener lo que está sucediendo, es que esta crisis nos debería servir para sacar muchas conclusiones, entre ellas, la del valor de un sistema público sanitario, la de la falta de educación o práctica en medidas higiénicas y básicas de prevención, cómo se informa o cómo manejamos los datos que tenemos. Cuando pase todo este lío, deberíamos ponernos serios con esto.

Viendo el crecimiento en el número de casos de infectados y también debido a las características del SARS-CoV-2  (coronavirus para los amigos) es necesario emprender acciones no por la «letalidad» o «virulencia» del virus, sino por su facilidad de contagio y su posterior impacto y traducción en la sociedad. Aparte del motivo humano para frenar la progresión de la infección existe uno que puede parecer más frívolo, pero más potente sobretodo en determinadas esferas: el económico. Sin medidas de contención se dispara la transmisión, las bajas laborales y el colapso de los sistemas de salud, es decir, el gasto. Cerrar colegios, tráfico aéreo, conciertos, manifestaciones, cursos, anular festividades o limitar reuniones sociales, etc. … son pues, medidas de primero de prevención para evitar el contagio masivo y que se agrave una crisis que ya de por sí, va a haber. Claro que entre ser cauto y vaciar los supermercados existe un término medio, pero así somos los humanos: intensitos.

Como ya he mencionado en otras ocasiones, vivimos más pero con más patología asociada y esto convierte a nuestra población envejecida en la diana perfecta no sólo para el coronavirus, sino para cualquier otro microorganismo o problema de salud, como bien podría ser la fractura de un hueso o una intervención quirúrgica. Enfermedades que en un cuerpo joven por norma general cursan de manera leve, en uno con comorbilidad o senil, se pueden llegar a complicar de manera rocambolesca. Y eso se traduce en semanas o meses ingresados en unidades de alta vigilancia o plantas de hospitalización, consumiendo unos recursos que son universales pero limitados. De ahí que tengamos ya no sólo el deber moral sino la responsabilidad de actuar con cabeza. Nos hemos parado a pensar que podemos actuar como vector de transmisión y a nosotros no sucedernos nada, pero al inmunodeprimido o anciano al que amablemente se lo cedamos, hacerle un chiste? Leo con pena el éxodo de estudiantes ante la suspensión de las clases en Madrid, comunidad autónoma bastante castigada al respecto, mientras entonan frases del estilo «no vas a estar tú aquí solo quince días sin hacer nada cuando tampoco va a haber ambiente para fiestas, eventos ni nada interesante», «tampoco puedes vivir emparanoiado pensando que tienes una enfermedad de la que no tienes ni síntomas» o «no me preocupa llevarme el virus, puede haber probabilidad pero he tenido cuidado». No han entendido un pimiento de lo que sucede. Supongo que como tampoco lo hicieron Ortega Smith o Irene Montero. Es que nunca pasa nada hasta que pasa, no?

Ayer capturé en twitter una noticia en la que se denunciaba que se había detenido la investigación de la vacuna del coronavirus. Pues bien, la foto del doctor que acompañaba al titular era la de Jordi ENP, un actor porno con gran dote para la interpretación y que hasta donde yo sé, se dedica a lo suyo, que son otro tipo de inyecciones. Me pasaron por whatsapp unos comandos para eliminar el coronavirus que consistían en beber agua para que el virus llegara al estómago y se inactivara mediante los jugos gástricos. Podría citaros cientos más. Dejando los fakes aparte y la facilidad para difundir estos bulos o el aburrimiento/cabronería de quien se dedica a crearlos, también me han llegado preguntas del tipo «que dice un médico de Italia que hay una chica de 38 años afectada y que lleva dos semanas intubada». Claro, que para variar, aquí se obvian detalles que pueden ser claves para la interpretación de esa noticia y catalogarla como de «alarmante» o por el contrario «sin interés». Es fumadora esta chica? Asmática? Se sabe si tiene patología asociada? O ha tenido algún cáncer? Desde aquí pido parar un poco este tipo de cosas porque no aportan nada aparte de una alarma que no siempre existe.

De nuevo: extremar las medidas de higiene, toser tapándose con el codo (a no ser que seas un playmobil), limitar los eventos sociales, evitar aglomeraciones o viajes que no sean estrictamente necesarios. La prevención es infinitamente más barata que el tratamiento. No es alarma, son instrucciones sencillas y de las que tampoco nos va de ahí. Y para información veraz: canales especiales dedicados a ello, por favor. Seamos responsables (porque si no, me esperan unas semanas de trabajo y una exposición bastante más compleja de la que ya tengo, con falta de material y demás).

 

Gracias por leerme, adjunto artículos de interés (y fiables):

https://www.ncbi.nlm.nih.gov/books/NBK554776/

https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/32035997

https://www.lasexta.com/programas/al-rojo-vivo/entrevistas/el-analisis-de-oriol-mitja-de-las-medidas-ante-el-coronavirus-en-espana-ya-vamos-tarde_202003105e679d4f1eff8600010a5d40.html

http://canalsalut.gencat.cat/ca/salut-a-z/c/coronavirus-2019-ncov/

 

TVmie**rdavirus

«Dijo el demonio: voy a matar a diez personas.

Murieron cien.

Se le recriminó: dijiste que ibas a matar a diez y han muerto cien. Por qué has incumplido tu palabra?

Yo maté diez. Las otras noventa murieron de miedo»

Hay algo más contagioso que cualquier meningococo, rotavirus o klebsiella: el pánico.

Hay algo mucho más peligroso que cualquier patógeno: la desinformación.

Estamos bombardeados desde hace unas semanas con todas las cifras de personas que han contraído el coronavirus. En mi mundo interior de piruletas, nunca me llamaron especialmente la atención como de «letal, muerte, destrucción» los datos que ni de contagio ni fallecimientos se proporcionaban. Quizás porque les faltaba un contexto necesario y fundamental para ubicar esos números y poder darles, entonces sí, la categoría de peligrosos o por contra, inofensivos. Antes de explicarme os diré algo: es mucho más alarmante y amenazadora la creciente ola de anti-vacunas (y poco se habla de eso).

Pero volvamos al tema que nos ocupa y para eso me voy a respaldar en profesionales del tema y en los conocimientos que yo pueda tener al respecto. Definamos para empezar algunos aspectos de la terminología:

Se denomina epidemia a la enfermedad que ataca a un gran número de personas o animales en un mismo lugar y durante un mismo periodo de tiempo. Pandemia es cuando esta epidemia se extiende a otros países o ataca a casi todos los individuos. Gracias a las medidas higiénicas, las vacunas y los avances en medicina, aunque haya pandemias cada año como la de la gripe, estas ya no tienen ni de lejísimos la virulencia que por ejemplo, tuvo la Peste Negra durante la Edad Media. La peste bubónica diezmó la población en un 60%, es decir, contó con una mortalidad estimada de alrededor cincuenta millones de europeos en seis años. Hoy en día esto es impensable: Medicina 1- Patógenos 0.

Es el COVID-19 una pandemia? Si, está en ello. Pero qué significa esto exactamente? Es el coronavirus un virus de nueva generación? No del todo, se le conoce de hace tiempo y hay diferentes clases, algunos más peligrosos que otros, pero por norma general cursan en modo «resfriado» o cuadro gripal. Los virus, sin embargo, poseen la capacidad de mutar y esta es una de las maneras que tienen de hacernos sus fintas para poder seguir infectando huéspedes y replicándose. La ciencia en contraataque se pone las pilas y en el caso actual del COVID-19 ya ha podido secuenciar el ARN del virus tomado en personas enfermas, lo que nos coloca un paso más cerca de alguna vacuna o tratamiento sintomático o curativo. Pero hasta que esto no suceda, lo mejor que se puede hacer es prevenir, no por la letalidad en sí del virus, sino para ayudar a evitar su propagación. Aunque todos los patógenos son susceptibles de complicar incluso la evolución de una persona sana, los principales afectados serán los de siempre: personas inmunodeprimidas, desnutridas, con patología grave de base o concomitante, ancianos y ancianas.

Son las medidas de prevención como la anulación del Mobile Congress o el carnaval de Venecia alarmantes o constitutivas de una alarma social que nos deba hacer tener miedo? NO. Son medidas preventivas, punto. Lo que pasa es que la palabra confinamiento y sobretodo, el trato que se le está dando a nivel informativo nos está atemorizando y a juzgar por el rigor o morbo de algunos, con razón. Si no conoces enteramente al agente infeccioso y sabes que puede ser puñetero en personas de riesgo (como también lo es la gripe),  es de justicia que se tomen medidas para evitar el contagio y hablando en términos económicos, no dispares un gasto sanitario que puede ser evitable. Recordáis la campaña de la gripe A de hace unos años «si tienes síntomas, no salgas de casa»? Pues esto de momento y tal y como cursa, es parecido. Aquí adjunto tabla de números de afectados en China, juzgad vosotr@s mism@s teniendo en cuenta la población que hay. Prevenir, que no alarmar.

covid

Lavado de manos, buena hidratación, soluciones alcohólicas desinfectantes, pañuelos de papel y medidas como cubrirse la boca al toser evitan muchos más disgustos de los que se pueda imaginar y fue tan sólo con eso como la patrona de mi colegio, Santa Juana de Lestonnac, combatió sin enfermar una de las plagas de peste que asoló Europa. Si estás en zona de riesgo, tal y como vemos por las imágenes de los sanitarios, pues sí, uso de mascarilla. Precauciones standard para no agrandar el número de afectados de una patología que cursa, repito, como un resfriado o cuadro gripal, pero que en algunos casos y con determinadas personas, sí puede complicarse más. Adjunto el artículo de un gran infectólogo con el que además, tuve el placer de trabajar en urgencias, Oriol Mitjà. Pongamos la nota de rigor que la ocasión se merece y tomemos apuntes sobre cómo algunos están haciendo también su agosto triplicando el precio de soluciones alcohólicas y mascarillas, Capitalismo power siempre, en fin … .

https://www.eleconomista.es/sanidad/noticias/10377845/02/20/Los-falsos-mitos-sobre-el-coronavirus-los-paquetes-desde-China-la-cocaina-o-la-orina-entre-los-peores-rumores.html

https://www.lavanguardia.com/vida/20200223/473724903140/el-medico-especialista-en-infecciones-oriol-mitja-advierte-riesgo-de-pandemia.html

 

Gracias por leerme